lunes, septiembre 17, 2007

Amanecer lunar

Todos hemos visto el amanecer numerosas veces y estamos tan habituados a la forma en que se desarrolla —dentro de infinitas variaciones menores— que nos resulta difícil imaginar cómo podría ser un amanecer en otros cuerpos celestes. Porque, después de pensarlo un poco, nos damos cuenta de que es un fenómeno local, dependiente de las características físicas del cuerpo celeste que estemos considerando. En la Luna, por ejemplo, el amanecer tendría que ser bastante diferente al de la Tierra, porque en comparación nuestro satélite rota muy lentamente y casi carece de atmósfera. ¿Cuál es la influencia de estos factores y, en general, cómo es un amanecer en la Luna? ¿Y el crepúsculo?

Hace unos días, leía en un viejo libro una descripción del amanecer lunar que une maestría literaria con precisión científica:
[...] acababa de nacer el día. En la Luna no existe crepúsculo; pero desde hacía varias horas el cielo contenía la promesa del alba. Mucho antes que apareciese el sol se alzó en el firmamento la brillante pirámide de la luz zodiacal, que en la Tierra se observa tan raramente. Con infinita lentitud se abrió camino por encima del horizonte, haciéndose cada vez más radiante a medida que se aproximaba el nacimiento del astro rey. Después se confundió con la gloria opalescente de la corona solar y, por último, con un brillo un millón de veces superior al de ambas, un hilillo de fuego empezó a extenderse a lo largo del horizonte, cuando el Sol hizo su reaparición después de quince días de tinieblas. Necesitaría más de una hora para alzarse todo entero sobre el horizonte, tan lentamente giraba la Luna sobre su eje. Pero la noche ya había terminado.
Fragmento de Naufragio en el mar selenita, una novela de Arthur C. Clarke de los años '50.