miércoles, noviembre 26, 2008

El mundo sumergido


Sólo ver esta foto (con truco) y recordé un libro que leí hace mucho:
[...] mientras avanzaban por las aguas tranquilas, los rayos oblicuos del sol mostraban claramente los contornos sumergidos de unos edificios de cinco y seis pisos que se alzaban en las profundidades como espectros gigantescos [...]. A veinte metros de profundidad, entre los edificios, corría una avenida gris y recta, y a los lados de la calzada se veían todavía los cascos herrumbrados de los automóviles. En el centro de la ciudad, muchas lagunas estaban rodeadas por un anillo intacto de edificios, y en ellas no había mucho barro. [...] La mayor parte de la ciudad se había derrumbado hacía tiempo, y sólo los edificios de estructura de acero de la zona comercial y financiera habían sobrevivido a la presión de las aguas. Las casas de ladrillo y las fábricas bajas de los suburbios habían desaparecido completamente, sepultadas bajo mareas de cieno.
de J. G. Ballard, El mundo sumergido (descargar), cap. 2. Pero habiendo tantas profecías sobre el fin del mundo, una catástrofe global no podría ser lo mejor de un libro, por supuesto. Se lleva las palmas y el mérito del recuerdo la estupenda teoría neurónica —quizás inspirada en la teoría de la recapitulación de Ernst Haeckel—, descrita en el siguiente capítulo, que seguramente muchos (re)conocerán:
Estos son los recuerdos más antiguos de la Tierra, los códigos de tiempo que llevamos en los genes y en los cromosomas. Todo paso hacia adelante en el camino de la evolución es una piedra miliar de recuerdos orgánicos. Desde las enzimas que gobiernan el ciclo del anhídrido carbónico hasta la organización del plexo braquial y de los haces nerviosos de las células piramidales del cerebro medio, todo es un registro de mil decisiones tomadas ante una crisis fisicoquímica repentina. Así como el psicoanálisis reconstruye la situación original traumática para liberar el material reprimido, así se nos arroja ahora al pasado arqueopsíquico, donde descubrimos los antiguos tabúes e impulsos, adormecidos durante tantos milenios. No nos dejemos engañar por la brevedad de la vida del individuo. Cada uno de nosotros tiene la edad de todo el reino biológico, y nuestras corrientes sanguíneas son ríos que desembocan en el vasto océano de la memoria de ese reino. La odisea uterina del feto recapitula todo el pasado evolutivo, y su sistema nervioso central es una escala de tiempo cifrada. Todo nexo de neuronas y todo nivel espinal son una etapa simbólica, una unidad de tiempo neurónico.

Cuanto más desciendes en el sistema nervioso, desde el cerebro a la médula, más desciendes también en el pasado neurónico. Por ejemplo, la unión entre las vértebras torácicas y lumbares, entre la duodécima del tórax y la primera lumbar, es la gran zona de tránsito entre los peces que respiran agua y los anfibios que respiran aire y desarrollan una caja respiratoria, la zona en que nos encontramos ahora, en las orillas mismas de esta laguna, entre la era paleozoica y la era triásica.
Lamentablemente no hay fotografías que ilustren la teoría neurónica.

Entrada relacionada: Ruinas de ciudades.